Visión, experiencia y formación
A través de un proceso de terapia, facilitación o de acompañamiento psicológico se logra dimensionar, calibrar y matizar aspectos personales de una forma más rápida que lo que nos llevaría hacerlo por nosotros mismos en solitario.
Esto es válido para procesos terapéuticos individuales, de pareja, de familia y grupales.
Personalmente creo que la potencia de las intervenciones grupales puede facilitar procesos de cambio más rápidos que los posibles en una intervencion individual, si bien cada persona tendrá una necesidad especifica en un momento determinado lo que podrá mover la aguja de la decisión hacia algun tipo de intervención específica.
Es por eso que actualmente he cambiado mi enfoque de intervención, considerando el eje de intervención en lo grupal, pero con la posibilidad de tener sesiones individuales, de pareja o incluso familiares, de forma puntual y adicional al proceso central. De esta forma se abordan los ejes principales que impulsarán el cambio.
El cambio en los seres humanos es posible cuando se quiere profundamente y requerimos de algún tipo de "espejo" que nos muestre aquello que no vemos. No cambiamos porque no podemos ver lo que tenemos que ver. Por eso es tan importante desarrollar esta visión consciente que se expande con nuestras ganas de ver, aprender y evolucionar en la vida y en eso, los otros, juegan un papel fundamental al servirnos como espejos sagrados.
Tuve familiares con problemas de consumo de fármacos y otros con policonsumo de sustancias asociados a problemáticas de salud mental. Debido a esto siempre he buscado respuestas a estas dificultades, especialmente para comprender o lidiar con las consecuencias negativas que se generaban a nivel familiar a través de relaciones de codependencia, parentalización temprana, depresión y muerte.
Estoy consciente de los distintos niveles de complejidad en esta área, pues trabajé en unidades especializadas (atención secundaria), tanto con adolescentes como con adultos, mientras en paralelo observaba y abordada internamente las situaciones familiares dentro de mis limitadas capacidades. No siempre nos es dado ver lo inconsciente directamente, ver aquello que duerme en el trasfondo de aquellos patrones familiares disfuncionales y de cómo nos afectan en diversas formas. El ser psicólogo no asegura un grado de conciencia especialmente relevante para transformar el propio sistema familiar completo, lo cual resultaría por cierto un objetivo irreal y más cercano a la codependencia. Creo que cada uno, en ese contexto familiar, debe encontrar un punto de equilibrio entre ayudar y ayudarse a sí mismo, teniendo siempre en cuenta que a veces ayudar no es lo que creemos. La persona con adicción y la persona codependiente a éste, representan dos eslabones de una cadena mucho mayor. Para transformar esta atadura en una verdadera unión (considérese que la <unión> permite libertad, las relaciones simbióticas o fusionadas no) se hace necesario empezar a observar los entrampamientos internos, las lealtades ocultas, la evitación del dolor, los sentimientos de culpa, el autosabotaje que representa esta forma de funcionar. La adicción puede ser una forma inadecuada de resolver un profundo malestar. Por eso actualmente, teniendo en cuenta mi experiencia con los procesos dolorosos humanos, especialmente en torno a las adicciones, invito a las personas con consumo problemático de sustancias a que abandonen este comportamiento disfuncional y a que se reencuentren consigo mismos de una forma que les permita conectar con lo esencial de quienes son a través de mi Programa Terapéutico Transformacional.
También es de mi interés sincero ayudar a quienes se encuentran en una relación de codependencia con alguien que presenta un consumo problemático de sustancias, quienes necesitan entender sus limitaciones para ayudar a su ser querido y entender que, en lo poco que sí pueden, vale mucho la precisión.